Marcar - Enmarcar. Pausa en el pasaje1. Alicia Palacios

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Entre púberes y adolescentes hoy, se extienden los auto-tratamientos que, según afirman, alivian lo que suelen nombrar dolor mental. Provocarse heridas, escarificaciones o quemaduras en el cuerpo resultan dolor localizable y la "cura" -una curita- les es accesible. Hay quienes eligen además cortar su lengua, acto que puede ser leído como clara expresión del rechazo del inconsciente.

Ya a fines del siglo pasado en Los Angeles, uno de los fundadores del movimiento primitivo-moderno, Fakir Musafar (nombre artístico de Roland Loomis) tenía listados de jóvenes dispuestos a marcar sus cuerpos con hierro candente, como se marca el ganado. La gente necesita un ritual memorable cuando pasa de una etapa de vida a otra y esta sociedad no se lo está proporcionando…el dolor es intenso y breve, pero el símbolo es para siempre, era su argumento.2

¿Cómo nos marca la infancia?
Ante esta pregunta la escritora Delphine de Vigan respondió: De adultos seguimos arrastrando su huella. Algo se queda…los dolores que no se atienden no cicatrizan. Días sin hambre, fue su primer libro. Bajo un pseudónimo -Lou Delvig- relató el padecer por su anorexia, explicando cómo, el no comer, le tornó soportable lo insoportable, un dolor mayor en su etapa adolescente.3 En las sociedades tradicionales, los ritos de pubertad enmarcaban simbólicamente la transición de un estado a otro. Freud los destacó como modos de limitar excesos pulsionales en los jóvenes, constituyéndose en barreras que se agregarían a la prohibición del incesto. Eran rituales que, enmarcando, dejaban marcas.

¿Qué nos ha pasado? ¿Qué nos está pasando?
Comencemos por recordar que Nicolás Mascialino en nuestra primera clase, y siguiendo a Lacan en el seminario 11, subrayaba que el accidente, el tropiezo de la tyché, como encuentro fallido, es el que anima el desarrollo. Así, ante la irrupción pulsional que despierta, aquella para la que faltan las palabras que pudieran nombrarla, el sujeto no podrá sino intentar subjetivar sus marcas. Propusimos entonces, que es el encuentro con un analista el que podría hoy dar esa oportunidad. El Lacan de 1938, en Los complejos familiares en la constitución del individuo, ya sostenía que las instancias culturales dominan a las naturales. Es quizás apropiado recordar que pocos años antes, la Misión Dakar-Djiboutí había atravesado el continente africano de Occidente a Oriente bajo la conducción de Marcel Griaule, hecho que marcaría el nacimiento de la etnología francesa. Michel Leiris, como poeta y joven etnólogo, acompañaba dicha misión.4 Es su minucioso registro, en la obra L'Afrique Fantôme, el que permitió conocer detalles de la vida y mundo simbólico de los Dogones, grupo étnico que vive en la región central de Malí, y sobre la que quiero compartir un dato precioso.

El pueblo dogón posee una teoría de la concepción verdaderamente poética y podríamos agregar, muy lacaniana: creen en el poder de las palabras para crear a los niños. Piensan que para contribuir con la fertilidad de una mujer, un hombre debe susurrarle al oído con suavidad y antes de hacer el amor, las antiguas historias de sus antepasados. Así, las palabras entrarán por el oído, pasarán por la garganta y por el hígado, y envolviendo el útero formarán un germen celestial de agua capaz de recibir la semilla de un hombre. El recién nacido no será una vida nueva, sino una vida renovada.5

Lo insondable
En su Conferencia La insondable decisión del niñov, Esthela Solano retomó, bajo su impacto, la expresión insondable, extraída de Juventud de Gide, texto en que Lacan se refiere a los insondables pensamientos que rodean la concepción de un niño y que se realizan por vía del fantasma de los padres, adjudicándole una función determinante en el destino de cada sujeto.

Esta fuerte proposición será sostenida por Lacan aún en su última enseñanza. De hecho al hablar sobre el síntoma en la Conferencia de Ginebra, en 1975, planteó la importancia que tiene sobre lo que en ese momento no era todavía nada de nada… la manera en que le ha sido instilado al sujeto un modo de hablar, sosteniendo que no podrá sino llevar la marca del modo bajo el cual los padres lo han aceptado.7 Aún más radical es Lacan en 1980, al afirmar: Vuestro cuerpo es el fruto de un linaje, y buena parte de vuestras desgracias se deben a que ya nadaba éste en el malentendido. 8

La decisión del sujeto
Lo insondable, sin embargo –precisa Solano- interesa en vinculación a la decisión de un sujeto, en tanto la experiencia psicoanalítica confronta con un sujeto que resulta de una subversión del sujeto del cogito pues no es un sujeto que puede afirmar pienso luego decido. El sujeto del inconsciente es un sujeto que no piensa donde él es, sino que piensa dónde no es, de ahí que su decisión se afirmaría en un yo no soy. Aún así, siguiendo a Lacan, el sujeto no es menos responsable de lo que finalmente decida.

La libertad del niño, que recorre toda la obra de Lacan -destacó en este mismo sentido Daniel Roy- es que en cada paso el niño o púber puede tomar posición, al ser considerado un trabajador que se hace responsable de las cosas extrañas que le acontecen.9

Entonces, si bien quedó muy enfatizado por Lacan el carácter indeleble de aquella marca, la importancia dada a la invención ante el agujero constituyente es crucial. Jugando entonces con el trou (agujero) y el truc (truco) de su lengua, Lacan afirmó que en ese encuentro el sujeto hace trucos. Y definió entonces al saber inconsciente como un saber-truc que se inventa sobre el agujero en lo real.10

Epidemias
Jacques Alain Miller observó que los nuevos síntomas articulados al lazo social pueden convertirse en fenómenos de masa, inclusive en epidemias.11 Y pone en lista: adicciones, anorexia y bulimia, actos delincuenciales, intentos suicidas…serie en la que podríamos añadir las actuaciones referidas al comienzo, que marcan el cuerpo en tratamientos sin palabras. Eric Laurent12 y Philippe Lacadée -entre otros- han subrayado nuestra dimisión, en tanto en el suelo simbólico ofrecido no supimos inventar los rituales que ayuden a los púberes y adolescentes a encontrar salidas que no sean autodestructivas.

Si hasta el más básico y ancestral de los rituales -el de compartir la mesa a la hora de alimentarnos- no se está sosteniendo en la experiencia del sujeto contemporáneo, como ha destacado Doménico Cosenza13, cabe preguntarnos, ¿los niños y jóvenes de hoy, eligen estar solos o los hemos dejado solos? En Pausa, ante cada urgencia, el desafío es inventar el marco que suscite el pasaje por la palabra de cada joven que rechaza el inconsciente, antes de la decisión de "cortarse la lengua".